Sergio camina por la calle junto a la vereda, repleta de gente. Mira hacia abajo o hacia nada, igual que todos, diferente de cada uno. Ocasionalmente mira hacia atrás y hacia arriba para prevenir un accidente. Luego vuelve absorto a su mundo. Cada uno es un mundo... con días malos y días buenos. Con injusticia, con dolor, con felicidad, con compasión, con guerras, con víctimas ajenas... Vi el piso acercarse a mi cara y sentí cada átomo rozando y magullando mi rostro. Fue ahí cuando me di cuenta: somos nuestra peor pesadilla. Miré hacia arriba, me vi en cada rostro que pasaba ensimismado, hiper conectados con su vida. Igual que yo, igual que hoy, hace un segundo.
Y de entre todos apareces tú, que sonríes tiernamente al verme allí, así. Trato de limpiarme y disimular el impacto. Tú aceleras el paso. Yo estoy a punto de tenderte la mano para que me ayudes a pararme, pero tú inesperadamente te tiendes al lado mío. Y me dices: me encanta cómo se ve desde aquí la ciudad... cambiar de altura. Luego apoyando tu cabeza entre tus manos miras hacia arriba, naturalmente.
Yo te observo mientras pienso que era justo lo que necesitaba hoy, algo más, que seguro mañana no voy a recordar.
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